TEORÍA POSITIVISTA
Con el término “positivismo” se suele indicar una
corriente de pensamiento de carácter filosófico-cultural, dominante en Europa
durante buena parte del siglo XIX, particularmente en Francia, Inglaterra,
Alemania e Italia. El movimiento alcanzó también Estados Unidos y América
latina. Debe su nombre a Saint-Simon, pero fue precisado y popularizado, sobre
todo, por Auguste Comte (1798-1857), que es considerado el padre del
positivismo.
El positivismo es una
corriente filosófica que afirma que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico, y que tal conocimiento solamente puede surgir de la afirmación de las teorías a través del método científico. Esta ciencia positiva es una disciplina de modestia; y esta es su
virtud. El saber positivo se atiene humildemente a las cosas; se queda ante
ellas, sin intervenir, sin saltar por encima para lanzarse a falaces juegos de
ideas; ya no pide causas, sino sólo leyes. Y gracias a esta austeridad logra
esas leyes; y las posee con precisión y con certeza.
Una y otra vez vuelve
Comte, del modo más explícito, al problema de la historia, y la reclama como
dominio propio de la filosofía positiva. En esta relación se da el carácter
histórico de esta filosofía, que puede explicar el pasado entero. La forma que tiene de
conocer es inductiva, despreciando la creación de teorías a partir de principios que no han
sido percibidos objetivamente. En metodología histórica, el positivismo prima fundamentalmente las pruebas documentadas, minusvalorando las
interpretaciones generales.
Entre las corrientes
positivistas se puede mencionar al positivismo ideológico, al empiriocriticismo, al positivismo metodológico o
conceptual al positivismo analítico, al positivismo sociológico, al positivismo realista y al neopositivismo (empirismo lógico o neopositivismo lógico). Los enfoques sociologistas
en filosofía de la ciencia y epistemología han sido tradicionalmente los
principales críticos del positivismo, aunque ambas posturas no son
necesariamente contradictorias.
Según Comte, los conocimientos pasan por
tres estados teóricos distintos, tanto en el individuo como en la especie
humana. La ley de los tres estados, fundamento de la filosofía positiva, es, a
la vez, una teoría del conocimiento y una filosofía de la historia. Estos tres
estados se llaman: teológico, metafísico, positivo.
Estado teológico, el hombre busca las causas últimas y explicativas de la
naturaleza en fuerzas sobrenaturales o divinas, primero a través del fetichismo
y, más tarde, del politeísmo y el monoteísmo.
Estado metafísico, se cuestiona la racionalidad teológica y lo sobrenatural es
reemplazado por entidades abstractas radicadas en las cosas mismas (formas,
esencias, etc.) que explican su por qué y determinan su naturaleza.
Estado positivo, en este estado el hombre no busca saber qué
son las cosas, sino que mediante la experiencia y la observación trata de
explicar cómo se comportan, describiéndolas fenoménicamente e intentando
deducir sus leyes generales, útiles para prever, controlar y dominar la
naturaleza (y la sociedad) en provecho de la humanidad.
La filosofía positiva hace un intento de clasificación de las ciencias,
concebidas unitariamente como ramas de un tronco común que, evolutivamente,
forman un continuo en el que el desarrollo de cada una establece las bases de
la ciencia siguiente.
Comte. clasifica las ciencias en cinco
fundamentales: astronomía, física, química, fisiología y física social o
sociología. Rechaza como ciencia a la psicología y a la economía y concibe a
las matemáticas más como un método e instrumento previo que como ciencia teórica.
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